miércoles, 26 de septiembre de 2012

Alianza del Pacífico y la quintaesencia

México, Colombia, Perú y Chile suscribieron en junio el Acuerdo Marco para el establecimiento de la Alianza del Pacífico, encaminada a una integración regional.
"La Alianza del Pacífico busca una integración que va mucho más allá del libre comercio, porque… permitirá el libre flujo de bienes, servicios, inversiones y personas”, dijo Santiago Piñera, presidente de Chile. “Adicionalmente, busca la integración física en materia de infraestructura y energía", así lo reporta Andrés Oppenheimer en El Nuevo Herald, junio 9, 2012.
Considera, Oppenheimer, que estos propósitos de trascendencia hemisférica se asemejan a los de la Unión Europea; e incluso, el nuevo bloque firmaría un tratado de libre comercio con ASEAN, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, formada por 10 países, entre ellos Indonesia, Tailandia, Vietnam y Singapur. ASEAN, a su vez, está negociando acuerdos de libre comercio con China, Corea del Sur e India.
“Asimismo acordaron… eliminar las restricciones de visas para los ciudadanos, y crear un sistema universitario en el que —como ocurre en Europa— los estudiantes podrán estudiar en cualquiera de los países miembros del bloque.”
Si México, por sí sólo, no tiene la capacidad para exportar manufacturas en gran escala a los gigantescos mercados asiáticos, este mecanismo con los países del Pacífico Latinoamericano permitirá crear cadenas de producción y negociar acuerdos de comercio de manera conjunta.
Aquí es donde a Chihuahua se le presenta la oportunidad de reorientar su estrategia —si es que la tiene— para impulsar sus capacidades de producción y exportadora, invirtiendo en la quintaesencia.
La ‘quintaesencia’ deriva de lo que señaló Gurría, Director de la OCDE, cuando le entregó al gobernador Duarte el estudio territorial para nuestro estado, a principios de 2012 [que coincide con mi ensayo: El Sector Terciario y la Economía del Conocimiento http://luismendozalara.blogspot.mx/p/sustentacion-de-reforma-i-d.html)].
“Chihuahua se encuentra en un momento definitorio. Requiere de una transformación profunda… ya llegó el momento de construir un desarrollo endógeno fuerte, estable, limpio y duradero. Un desarrollo local basado en la calidad del capital humano, en un estado de derecho sólido, en el emprendimiento innovador, en la ciencia, la tecnología y el crecimiento verde… Para ello, la promoción de un modelo basado en la educación de altísima calidad y de un sistema estatal de innovación resulta fundamental... Esa es la única forma de lograr el desarrollo..."
De ahí que subraye que “no debemos perder El Norte”, aunque en sentido estricto El Norte ahora es El Sur. Que de lo que está exprimiéndose a la minería, se canalice una fracción sustancial a educación, ciencia y tecnología. Chihuahua es un estado con grave atraso en estas áreas fundamentales para su futuro. Ésta es la quintaesencia

Chihuahua, Chih., septiembre 25, 2012.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Los chiles tristes (Vol. 10)

La noche cosmo adquirió talla, soporte y estructura, de los pies a la cabeza, de “una pasión sufriente, muy enloquecida” que todo superviviente debe consignar como un daño menor —o una pecata minuta— ante tanto avatar que evidencia su casta de antihéroe. El Parque México no podría negarme dos horas de sueño, 15 de amanuense y el resto malgastado en tragos y corrección de espalda que aquella mulata de los caminos del sur me propinaba de buena o mala gana —difícil saberlo—, con sus cambios de humor insoportables, si no fuera por su hermosa estampa, erguida, atlética, de sangre africana, indígena y quizás algo moruna. Extraña mezcla: cabello negro abundante, largo quebrado, ojos entre orientales y moriscos, piel canela y labios finos, delineados en una bella sonrisa. Así era, ¿es?, Adriana. Tal vez los mejores o más intensos poemas le escribí a esa mujer que terminé perdiendo con gran dolor y amargura; claro, la pérdida irreparable de esos escritos inmersos en tanta pasión desmedida y conflictuada. Por eso quiero que estas líneas consignen cómo advertí la génesis de la noche cosmo, la ciudad abierta y abismal, profunda, en claro-oscuros, que sí te hace vibrar y te emociona, te estruje, te cimbra, te derriba, pero que siempre te da la mano —la más generosa— para que vuelvas a repetir tus mismos pecados..., de preferencia al lado de mujeres como aquélla... hermosa e irrepetible... loca.

 
En cierta ocasión, en una comida donde concurrían algunas de las rarezas que va acumulando la ciudad, entre músicos, pintores, actores, arte-zánganos, filósofos trasnochados, pitonisas, en todos los géneros que Dios permite —que no discrimina—, se me ocurre decirle a mi adorable aglutinadora de ese mundo tan dispar [locochón, se decía entonces], que ella me evocaba a ‘Madame Verdurin’, la célebre concitadora y patrocinadora en la aristocrática París de finales del novecientos de “En busca del tiempo perdido” [Marcel Proust], a lo que aquella fina audiencia, tan culta e ilustrada, reaccionó con disgusto creyendo que me mofaba. Por supuesto, nunca habían hojeado alguno de los tomos de la novela más importante en la historia de la literatura..., como también es considerada el “Ulises”, de James Joyce.

 
Pues ese era el micro mundo en donde un día apareció la tal Adriana, con su enigmática belleza, voz de terciopelo como toda flor de mayo, una Venus de noche que cuando se tiende (y saben a lo que me refiero) demuestra la razón para la cual fue concebida, pocas ideas, múltiples expresiones que no requieren vocalizarse, sensaciones al límite del placer de un ser que en su gestación confluyeron diversas razas, sangre, ritos, creencias, supercherías o ideologías, como usted quiera catalogarlas. Aún así, el ambiente que reinaba en esas tertulias era libre, desprejuiciado, abierto, apolítico, porque esos raros espíritus suelen estar desprovistos de confusiones que no tengan que ver con el placer, lo eterno lúdico.

 
Aunque también la fidelidad de los hechos obliga a consignar otros momentos cuando la noche cosmo asomaba aquí y allá, considerando el fiel parámetro de reencuentros con mi musa, nunca previstos, siempre deseados, las más de las veces fortuitos. Ella aún como economista formada en una Universidad neoclásica, donde la conocí, proveniente de familias europeas (española y francesa), políglota y fina en sus modales de una estricta, educada conducta conservadora (la española), tenía para mi bendición y usufructo personal el libre y fresco talante heredado del padre de ascendencia francesa; una “shulada de hombre”, tan extraña es la vida que en ocasiones incorpora tintes tele novelescos, pues nació en un poblado muy cerca de mis orígenes [siempre se sintió originario de la Santa Rosalía]... Decía, que esa educación formal, para un descendiente de la cultura sencilla, plana, desabrida, monótona que nos caracteriza en el norte del país, me cayó de perlas, porque aprendí los pequeños detalles que son imprescindibles en las actividades cotidianas de una de las más importantes urbes del mundo. Empero, lo valioso de aquella experiencia, como insinué, se dio en cierta ocasión en que un joven baladí, precario de mundo, la buscaba afanosamente y, nadie sabe para quién trabaja, aquella simple comparsa nos proporcionó a Patricia y a mí una noche de esas que son para recordar.

 
Lo primero, unos tintos en su magnífica casa que siempre le critiqué, porque para mis ojos, ya educados entonces, me parecía un museo como aquellas casonas afrancesadas del porfiriato. Era impactante, recargada de objetos, pinturas, luces, sofás, sillas y espejos, que fatigaban la vista. De su residencia, por iniciativa de este muchacho, nos internamos en los antros de la época, primero lo light en Insurgentes Sur con Valet Parking y otras comodidades. De ahí, ya entonados, iniciamos el verdadero descenso de la noche, que debo clasificarlo como una real ascensión a lo que mejor caracteriza al México que sabe y cala, arde..., Las Catacumbas, que al poco nos pareció insulso, por lo que tomamos rumbo a un lugar más denso, un antro cuyo nombre no recuerdo en la mismísima Colonia Doctores, donde siempre hay que atreverse, tener valor para saborear la especialidad chilanga: el danzón, la rumba, cumbias y salsa por todas partes, mujeres vestidas de colores inverosímiles y olores de fragancias difíciles de discernir, los ojos enrojecidos unos, con las pupilas agigantadas otros, adormecidos o afiebrados, dependiendo de sus consumos o fortaleza, pero ahí la neta era lo que podías palpar, saborear en cachondeos abiertos, sin miedo a trifulcas porque todos sabemos a qué vamos y no somos envidiosos, tampoco egoístas, menos limitados. Mi buen cuate empezaba ya a sisear y perder la forma estrictamente vertical, sería su inocente juventud, nutrición o capacidad de aguante, lo cierto es que ya en ese momento Patricia era toda mía. Desesperado, el chamaco sugiere irnos a terminar la noche, ¿cómo?, a Garibaldi, donde todo mexicano debe cumplir con ese requisito de nacionalidad proba y sin fisuras; total, ¿ya qué? Entramos al principal salón de baile con música diversa; no sólo mariachis, se supone y entiende, ya que también suena la música de tríos (por qué no) y bandas que se van turnando. Mi pobre cuate, la fiel comparsa de mi musa, empezó a caminar trastabillando entre las parejas que bailaban, todo aquello a su máximo, y de repente ya no supimos más de él cuando uno de los grupos toca la canción de moda de Los Bukis, “Tu cárcel”, y Patricia se levanta como un trompo y me conduce con sus hermosas piernas de antología casi al centro de la pista y yo ya no sé qué hacer, toda ella envuelta en mí, vibrando y absorbiéndome de tal manera que el sanitario se tuvo que transformar en sucedáneo para poder finiquitar ese baile total. Esta es una de las versiones dulces, amigables, redentoras de la noche cosmo. La noche de la Ciudad de México.

 
Podría concluir esta breve crónica apuntando que cerca de Reforma, a una cuadra del emblemático El Caballito de Sebastián, del lado de la Colonia Guerrero, afuera de un hotel de paso creí haber visto a nuestro amigo extraviado, y junto a él una muchacha flaca que sólo alcancé a escuchar que le decía: «Ni modo, “aquí nos tocó, qué le vamos a hacer...”», pero no tengo ningún derecho de inventar y menos aún, plagiándome a Carlos Fuentes en su final de novela, magistral, contundente, “La región más transparente”.

 
NOTA: Work in Progress de la novela: Los chiles tristes.


© Chihuahua-México: Eje del S. XXI.
 

Algún lugar de MÉXICO, a 24 de marzo de 2011.

Los chiles tristes (Vol. 9)

Cambio de luces. La velocidad adquiere otro matiz y relieve, y la respiración se desplaza de un tranquilo aparente a un éxtasis envolvente, en la noche de una autopista casi desierta que se inclina, segundo a segundo, kilómetros más, tierra adentro, hacia el Océano Pacífico con Maná como guía y acordes firmes dictando, no seas lento, vas encendido y pleno, después de haberte sometido a una rigurosa dieta española —lo más vasto que puedas digerir— y más tinto y tragos fuertes, ya que desde esa tarde un famoso huésped habita Almoloya de Juárez.

 
Open Road “Tú sabes cómo te deseo / Tú sabes cómo te he soñado / Si tú supieras que me muero / Por tu amor y por tus manos...” – claro y directo, duro y a la cara, embistiendo o tragándote el paisaje como lo has hecho siempre, ahora que te ha sonreído la fortuna de semanas privilegiadas [sin olvidar los textos a la Quinta Esencia]... te tomas un buen relax. Has huido de la urbe y avanzas en la noche cosmo y la musa a tu lado. Aprovechas también las circunstancias inéditas que vive México: una Historia Moderna cancelada; aunque primero, como un metal frente a su imán, son arrastrados por el espíritu de Quaunáhuac que promete un largo fin de semana. Pero es Toluca, una fría y desangelada ciudad la que divisas y evades a tiempo, para internarte en la maraña de caminos donde las Almoloyas están de paso, sólo para saludar, a manera de adiós, adiós, hasta nunca, y a darle vuelta a la página, a otra cosa mariposa..., Patricia se percata, su sexto sentido apela, ha visto el brillo extraño del animal, y sale volando un caballo a la vera del camino; más eso no importa, sabes que la gasolina se agota y vas franco, descendiendo a alta velocidad, poco antes de que amanezca para descansar en Ixtapa Zihuatanejo. “Pero tú ya tienes otro / Un tipo frío y aburrido / Un tonto que es un reprimido...”

 
Inner Circle. Dos años antes, el tema de conversación se había ceñido a examinar las raíces del pensamiento político mexicano. Don Jesús Reyes-Heroles ha ocupado la parte del análisis que todo mundo quiere incorporar, a sabiendas de que el ungido deberá ser experto en el ideólogo priista, pues desde hace unos años quien dirige la Nación fue adoctrinado por el más fiel y representativo discípulo del pensador criollo. El ‘Teacher’, brazo derecho de Don Jesús décadas atrás, hombre de todas sus confianzas, es ahora el cerebro que tras bambalinas diseña y opera el arte de lo posible. De ahí el requisito de tener muy claro y bajo absoluta comprensión, quiénes fueron esos liberales europeos, sudamericanos y de los albores del México independiente, cuáles sus obras y a quiénes enfrentaron, para a la postre haber redondeado el sólido e incuestionable Liberalismo [Social] Mexicano que Reyes-Heroles estableció como única vía hacia un perfil de largo aliento... Poca cosa.

 
No es extraño que “al día siguiente”, ya apoltronados frente a la playa, Patricia me pida, una vez más le platique de José María Luis Mora y su némesis, Lucas Alamán. Y más extraño aún, porque el automóvil quedó sellado e impregnado con la piel de caballo —que prácticamente logré esquivar—, hecho incidental (insignificante) para esos días aciagos (y otros, meses antes) que convulsionaron a México. Sabemos que Ixtapa es un lugar aburrido, y ahora sabemos que ese tema de conversación cedió paso a la noticia que marcó todo el sexenio de Zedillo, por lo que cumplida la hazaña, prestos enderezamos la nave y partimos al lugar de recreo por excelencia. “Cómo no..., no me digas que no...”

 
Por supuesto, ya relajados podemos escuchar música distinta que, si bien no encaja del todo con la costera del Pacífico mexicano, me permite reorientar el tema de conversación con quien jamás he perdido pausa, letra, sílaba o silencio, bendecida por la belleza e inteligencia que no ofende, contrario a la Doña [María Bonita], porque aquélla es además simpática y generosa. Win Mertens [Maximizing The Audience, Struggle For Pleasure], con quien tiempo después tuvimos el honor de platicar a la salida del concierto que dio en la Sala Netzahualcóyotl [Centro Cultural Universitario, UNAM], nos alegra el paisaje previo a una hermosa puesta de sol en el milenario Acapulco.

 
Entre los gustos sibaritas que se obtienen en el Puerto, ya de noche, además de cenar en alguno de sus restaurantes donde puedes apreciar la bahía más hermosa del mundo, es subirse a una calandria y solicitarle al conductor —hablando de caballos, perdón— un trayecto tan largo como sea posible. Con la brisa envolvente del mar, la cadencia del trote y los movimientos acompasados del carruaje, más la siempre discreta y recatada anuencia del “chofer”, te concedes la libertad que aún, sin proponértelo, el momento como un todo integrado y pleno termina por indicarte cuál debe ser el papel que uno y otra jueguen bajo el murmullo de las olas..., aprovechas los exóticos vaivenes y el resto corre por cuenta de la naturaleza, que siempre termina por imponer sus propias reglas. Por eso, Acapulco es Acapulco. No existe un lugar de mayor magia y embeleso en todo México...

 
Las musas y yo. Robert Graves entendió el lenguaje poético como una forma de lenguaje mágico empleado en el Mediterráneo antes de la Antigüedad Clásica, que en forma codificada se celebraba en honor de la Diosa Blanca —la Luna—, también conocida como Musa. Para que surtiera efecto y perdurara el hechizo, el poeta jamás se casaría con la musa, es decir con esa Diosa, y así tendría efecto el lenguaje de toda poesía verdadera. Tal desventura del hombre está demostrada a lo largo de la historia de la creación artística, pues la mayoría de las obras [poesía, pintura, música, canto, baile, actuación, escultura, arquitectura, cine, fotografía], si no es que todas, han derivado de desgracias a causa de un amor no resuelto o que luego se malogró.

 
No obstante, y como un consuelo, viajar te acerca a la inmortalidad [más, si tienes a Mertens orientando tus pasos...].

 
 

All saints revile her and all sober men
Ruled by the God Apollo's golden mean-
In scorn of which I sailed to find her
In distant regions likeliest lo hold her
Whom I desired above all things to know,
Sister of the mirage and echo.
Todos los santos la vilipendian
y todos los hombres graves
que se rigen por el justo medio del dios Apolo, despreciando a los cuales navegué en su busca   a lejanas regiones, donde era más probable encontrar a la que deseaba conocer más que todas las cosas, la hermana del espejismo y del eco.

 

La Diosa Blanca.- Robert Graves

(Fragmento)

 
NOTA: Work in Progress de la novela: Los chiles tristes.


© Chihuahua-México: Eje del S. XXI.

 

Algún lugar de MÉXICO, a 21 de marzo de 2011.

viernes, 21 de septiembre de 2012

De Chihuahua a Chile


[A Soco y a mi pecosita]
 
“Vámonos con Pancho Villa”…, qué mejor arenga esgrimida: solía escucharla hace cinco décadas en mi natal, ‘La Santa Rosalía de Camargo’.

Para todo norteño, y más siendo chihuahuense, era y sigue siendo una catarsis, sensación intrínseca de duelo y sanación por nuestro fracaso en tierras del Bajío, cuando esa pléyade de guerreros tenía todo para ganar.

No atendió el consejo de Felipe Ángeles, y así nos fue.
—Te lo dije…, obtuso, terco, endemoniado.
—Deja que ellos vengan: el territorio y la fuerza son nuestros.

De entonces a la fecha, Chihuahua da tumbos.
Lentos, obnubilados, decadentes (ni siquiera esto), pero líderes van y vienen sin dejar marca trascendida.

Bien a bien, Chihuahua no sabe cómo moverse, a dónde dirigirse. No está arraigado un consenso que oriente, porque tampoco han inquirido; porque sus cuestionamientos —ausentes— impiden disquisiciones y atrevimiento: las críticas (ellos, suponen), son mero parloteo. Léanse en la prensa; escúchense en la radio y TV (inexistentes)... Por cierto, ¿periódicos? ¿Ustedes conocen alguno que se publica aquí, que trasciende Jiménez o Ciudad Juárez?
 
Te lo dije: I+D es la fórmula, asociada a la formación de capital humano. Te lo dije: desarrolla el potencial de tu gente; invierte en infraestructura científica y tecnológica; endéudate, de ser necesario, para hacer atractiva tus ciudades, que están muy feas; dale aliento a los niños y juventud, no para que mañana obtengas votos…, es por el futuro de Chihuahua…, que en uno de sus sueños intrépidos El Centauro avizoró, él sin estudios, iletrado, pero con estirpe de futuro.

Lee lo que el líder de la nación está provocando: inversiones con Brasil, Chile y toda Latinoamérica; aseguramiento de la salud social, con Colombia, no exenta de otras cooperaciones. Prevé lo que en breve firmará el Estado mexicano: un ambicioso proyecto de comercio desde el Sur americano hacia el Pacífico asiático.

Oriéntate, “no pierdas El Norte” (no te nortees); aunque en sentido estricto El Norte ahora es El Sur. Pon a dos de tus chalanes a leer; no compres asesorías baratas; chihuahuenses inteligentes hay de sobra; cualificaciones están ahí desperdiciadas; métele lana: de todo lo que exprimes de la minería, canaliza una fracción sustancial a educación, ciencia y tecnología. Chihuahua es un estado con grave atraso en estas ramas esenciales para su futuro.

Hazme caso, por Dios…

Chihuahua, Chih., septiembre 21, 2012.

martes, 18 de septiembre de 2012

Tú y el Sol de junio - Diana 2012


martes, 21 de junio de 2011
Tú y el Sol de junio

Aquella mañana, un destello de luz abrió mi puerta.
Es Chihuahua —dije—, como tratando de capturar el momento incapturable.

Pero era un brillo de luz más intenso que el Sol de junio a vuela página.

El solsticio se apoltronaba, y más luces me salpicaron.

 Sólo alancé a decir..., balbucear —desperdigué estas frases:
 
 «Te ves hermosa. ¡Estás hermosa!»
 «Tienes una luz que me ciega y alumbra; no sé por dónde caminar»
 «Dame tu mano y ayúdame a caminar»
«No me sueltes»
«Tus ojos son mis ojos; tus piernas por donde yo transite, y me pierda en ti»
 
[Un año y meses después esa luz me abruma. Siquiera luces de sombra brindan ayuda, aunque 'vez a vez' más ciego quedo, en tu sabor como mujer de Sol. Chihuahua tampoco me deja. Aquella templanza de Anáhuac está a la espera, pero este Sol me enferma..., no me derrite, pero me tiene cautivo, preso. Inadmisible. No debo. Y como "un recado a la poesía", burlaré estas fronteras para apoltronarme encima de 'la noche cosmo'. Finalmente mi deber es deletrear y usar algunos números. ¡Déjenme!]
 

Chihuahua, Chih., junio 21, 2011
Septiembre 18, 2012.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Los chiles tristes - Entrada



Los chiles tristes

Un amigo me sugirió: ponle “Los chiles tristes”, y accedí.

 Heme aquí escribiendo los pormenores de una primicia, luego de hablar con la raza de Chihuahua, por supuesto, o de Monterrey, Veracruz, Morelia... o chilangos, qué se yo.

Otro amigo, sabio, me reconforta no sé por qué y agrega: «Luis, ve. ¡Ve!» Las letras no se me dan, y aventuro este periplo: ¿Qué? ¿A dónde?

A veces es preferible no apostar contra natura, aún cuando es la salida, casi costumbre y, que siendo así, se puede tornar en un perfecto búmeran. Algo típico nuestro. Don Rafael y Nacho son fiel reflejo de esa maravilla vital iberoamericana recreada por tantos cineastas y poetas de éste y aquel lado: un desgarramiento perpetuo. Ni qué decir de Sacramento, otro de los nuestros allende el mar. Íconos de la España que arrojó Franco.

Sí. Con quienes hablo son coterráneos, chicanos, de Asturias o las vascongadas; colombianos, argentinos, incluso gringos (por qué no). Pero Irlanda está en mi corazón, como la Colonia Obrera. Qué va… En lo dispar está la semejanza. La cerveza empareja.

Tanta variable dispersa es como aquel recuerdo del 84 que tan feliz me hacía.

Ese domingo del verano incierto

los momios indicaban sólo desventajas.

 
No era Orwell en absoluto. ¡No!

Más descorazonadora no podía ser esa fecha.

 Incluso, la ironía se fundamentaba:

 
¿Aún no tocamos fondo?

 

Pero sigo anclado aquí en el mejor de los escenarios de piedra, distraído y ajeno al impulso que el viento de la llanura un día me reveló: «La velocidad es la máxima ficción», dije contraviniendo a Octavio Paz. Y para dejarlo más claro, rematé: «La vastedad en Santiago me arrojó al bullicio».
 
Vislumbro dinámicas envueltas en esas palabras que esperan un mejor derrotero, más no absorto... ni en la memoria de otro ayer. No este ensimismamiento de frío estancado, petrificante, aislado... que golpea y ultraja a quien se atreve a vivir en ésta la ciudad más hermosa de América, la de argamasa y piedra como la llamó un poeta nicolaita. Así de  desagradable puede ser una ciudad-museo ―la Antigua Valladolid―, como también lo es Salzburgo a la que Thomas Bernhard designó como el sitio ideal para claudicar.

 En verdad, como Ionesco yo quiero admitir: “Nada me desalienta, ni aún el desaliento”. Aún cuando acepto sin culpas: “No sé quién soy; no sé qué es lo que hago aquí.”

 
Y en el largo periplo, la ciudad vacía:

una puerta se abría

y otra se cerraba.

 
Abierta al sueño en movimiento.

Cerrada luego del camino de Santiago.

 
Junio es un hecho a vuela página.


Frío, calor…, silencio, bullicio…, estrechez, vastedad…, estancamiento, velocidad…, control, desmesura... continúan a cada paso o colapso, caída y vuelo, galope y suelo…

 
Luces tenues... Silencio... Frescor.
 
San Ángel en tiempo de lluvias;
una casona de piedra,
y su plazoleta
al centro:
 
«Es la historia moderna de México»

 
De la cual tampoco podemos abstraernos: que estamos engullidos en material de deshecho y sólo unos cuantos se percatan, patalean, lloran insomnes: pobres arañando los márgenes, y sobras mitigan su miserable desasosiego. Al menos cuentan con Mozart, si acaso tienen suerte de sobrevivir los estertores del medio infernal que los aplasta. “Nosotros como quiera: los chiquillos”. Qué culpa tienen, ¿verdad?

 Anoche el mandatario procuró sentar las bases del nuevo año del nuevo milenio, podría decir que para un verdadero arranque del nuevo siglo mexicano, el más priísta entre los de derechas, como se dice allá. Somos plásticos a más no decir. Luces a cambio:

 
«El ardid del conocimiento hoy poco vale»
 
Magia lunar que vaticinó sueños recurrentes

hilando un juego, tejiendo su propio mito.
 
Ojos negros, cabellera negra...

 
Al parecer todo se hermana, incluso la belleza con el arte de lo posible.

Rescato de este avatar una misiva enviada en mi desesperación de sentirme inerte como un fósil, quebrantado en esta mierda de espera…
 

¿Cómo están, queridos chilangos?

Pues yo, inconcluso, frágil, decadente, insomne, postrado… pero con las antenas bien puestas; sombrío y absorto… avizorando movimientos, oteando y casi olfateando resquicios, pleno en sensaciones, no obstante ajeno esté y lejos de mis pasados trances etílicos; limpio, seco —muy seco (dry)—, delgado, aburrido, pálido y maltrecho, contento porque ganó España y casi la hace Cruz Azul; el PRI pitando, anticipándonos que estaremos pronto de regreso, nosotros los inteligentes, sencillitos y carismáticos. ¿Qué más se le puede pedir a la vida?

Enderezando el tema, siento que se me está acabando el veinte —no las ideas—, y muy pronto reencarnaré o apareceré de manera espontánea en ese lugar sagrado que considero mi casa: la Ciudad de México. Y eso que no creo en Dios.

Sí, tarde o temprano arribaré sigiloso, lento, espichadito, pertrechado sólo con mis sueños, a darle fin a esta historia en la que el héroe (más bien, antihéroe) recupera su reino y todo vuelve a la normalidad (suena a cuento barato). Entre mis periplos, éste es el que más tiempo me ha llevado concluir, más escarnios en el ínterin he recibido y más jodido me he sentido (empieza a perfilarse como un cuento con más aristas, aunque patético). En verdad, es tanto el resentimiento que me embarga, que el simple hecho de tocar suelo en Zócalo o Insurgentes Sur representará una victoria de dimensiones insospechadas. Mi cuento sin épica (carente de…) es mío y de él quizá saldrán destellos que sí puedan algún día ser recordados. Estoy en eso y no me olvido.

 
Al final del día, los hechos son los que cuentan.

 
Porque los caminos de Dios son misteriosos...