[A Soco y a mi pecosita]
“Vámonos con Pancho Villa”…, qué mejor arenga esgrimida: solía escucharla hace cinco décadas en mi natal, ‘La Santa Rosalía de Camargo’.
Para todo norteño, y más siendo chihuahuense, era y sigue siendo una catarsis, sensación intrínseca de duelo y sanación por nuestro fracaso en tierras del Bajío, cuando esa pléyade de guerreros tenía todo para ganar.
No atendió el consejo de Felipe Ángeles,
y así nos fue.
—Te lo dije…, obtuso, terco, endemoniado.—Deja que ellos vengan: el territorio y la fuerza son nuestros.
De entonces a la fecha, Chihuahua da
tumbos.
Lentos, obnubilados, decadentes (ni
siquiera esto), pero líderes van y vienen sin dejar marca trascendida.
Bien a bien, Chihuahua no sabe cómo
moverse, a dónde dirigirse. No está arraigado un consenso que oriente, porque
tampoco han inquirido; porque sus cuestionamientos —ausentes— impiden
disquisiciones y atrevimiento: las críticas (ellos, suponen), son mero parloteo.
Léanse en la prensa; escúchense en la radio y TV (inexistentes)... Por cierto,
¿periódicos? ¿Ustedes conocen alguno que se publica aquí, que trasciende
Jiménez o Ciudad Juárez?
Lee lo que el líder de la nación está
provocando: inversiones con Brasil, Chile y toda Latinoamérica; aseguramiento
de la salud social, con Colombia, no exenta de otras cooperaciones. Prevé lo
que en breve firmará el Estado mexicano: un ambicioso proyecto de comercio
desde el Sur americano hacia el Pacífico asiático.
Oriéntate, “no pierdas El Norte” (no te
nortees); aunque en sentido estricto El Norte ahora es El Sur. Pon a dos de tus
chalanes a leer; no compres asesorías baratas; chihuahuenses inteligentes hay
de sobra; cualificaciones están ahí desperdiciadas; métele lana: de todo lo que
exprimes de la minería, canaliza una fracción sustancial a educación, ciencia y
tecnología. Chihuahua es un estado con grave atraso en estas ramas esenciales
para su futuro.
Hazme caso, por
Dios…
Chihuahua, Chih., septiembre
21, 2012.
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