miércoles, 21 de noviembre de 2012

Osama bin Batres y los 40 Al Qaeda


“Es noviembre, no se olvide, el momento que más hace girar los resortes del arte”, frase que acuñé hace 24 años, cuando despuntaba La Historia Moderna.
Aquella sensación contrastaba diametralmente con, “Noviembre, la más desapacible de las estaciones”, de Robert Graves. El arte de la política frente al arte poético: ambos se beneficiaban.

Sin embargo, por su condición dimensional —CSG fraguaba el gran salto a la modernidad—, aquella interpretación de finales del 88 con ésta de 2012, asemeja tan solo un vector (no lo poliédrico) que con el tiempo enardece a quien se le suele nombrar como un “tal-Iván”, una rémora de ojos saltones que clama venganza.
Dice ‘el pilluelo’, enfundado en su cariz de intolerancia: “Es inadmisible la forma en que Peña Nieto compró la elección.” Haremos desmanes en la toma de protesta del 1 de diciembre.

Pregunto, ¿nunca se cansarán?
Y en el mismo tenor, una tal Aleida Alavez (muchas “a”… ¿alemán totalitario con árabe intolerante?), vicepresidenta de la Mesa Directiva de San Lázaro, aseguró que “no hay condiciones de gobernabilidad para que se lleve a cabo el relevo del Ejecutivo”. Ese día su partido llevará a cabo acciones para evidenciar la ilegitimidad de Peña Nieto… “Somos 104 diputados…”, dijo, y amenazó que tomarán acciones de cualquier índole.

Están dolidos. Nacieron dolidos. El agravio lo cargan desde el inicio de los tiempos.
Esa dolencia y bilis se han mezclado en un drama exacerbado, y siendo nuestro pasado una leyenda elaborada para distinguir el bien del mal, españoles frente a indios, poderosos respecto de jodiditos, las medias tintas no caben.

Así se dieron a la tarea de crear su propia universidad —la UACM—, un remedo de centro de estudios superiores con forma de “patito”, totalmente controlada por los morenazos —de ‘MORENA’, último engendro—, que ahora se aprestan a desmantelar al PRD, y a agarrarla contra Mancera, Ebrard, los ‘chuchos’ y todo aquél que no comulgue en su Santa Iglesia.

¿Querrán también fastidiar a la nativa del Tepeyac?
No obstante, un hecho insólito para su frágil entendimiento los ha enrevesado al colmo, esa muina con la que deambulan y arrastran para solazarse en su desencanto: EPN estará en Palacio Nacional; sí, en pleno Zócalo, luego de asumir el poder en San Lázaro.

Sí, en el lugar sagrado de esas almas piadosas, cobijadas por su Mesías Tropical, rodeado éste por sus talibanes, su hombre de “las ligas”, y la superchería a la usanza nazi o la creencia de que “yo soy la verdad”, y ustedes arderán en el infierno.
¡Válgame Dios!

 
Chihuahua, Chih., noviembre 21, 2012.

jueves, 8 de noviembre de 2012

VUELTA DE TUERCA: CONTROL PRESIDENCIAL

Desde que un priista se perfilaba para recuperar la presidencia de la República, recordé el férreo control que antaño se ejercía sobre los gobiernos estatales.

Por ejemplo, Carlos Salinas destituyendo gobernadores a diestra y siniestra.
 
Desde que regresé a Chihuahua hace tres años —más de tres décadas de ausencia—, observé lo que antes había registrado en dos estados disímbolos: Veracruz y Michoacán. En el primero, el poder virreinal de Fidel Herrera; y la impericia de Leonel Godoy o el poder supremo de la dinastía que heredó Lázaro Cárdenas Batel, en el segundo caso.
En efecto, al arribar a Chihuahua vi cómo se había perdido la disciplina que creí ejercieron mandatarios como Óscar Flores Sánchez y Patricio Martínez, fuera esa creencia por lecturas desde la metrópoli o por mis cortas estancias en mi tierra de origen.
Observé desorden y apatía, ciudades apagadas, inseguridad flotando en el aire, desempleo, desconfianza y miedo ante el precipicio.
Como marco de referencia, un presidente que había perdido la brújula por su insensatez frente al crimen organizado; que había precedido a otro que de estadista sólo entendía el derecho —su derecho— de usar sombrero, hebillas y botas vaqueras, y soltar la lengua cuando se le ocurriera. Ese abandono y desolación que infligió el centro —la médula de la nación—, allanó el camino para que algunos mandatarios estatales hicieran su agosto, provocaran desorden en las finanzas, facilitaran la corrupción y fueran infiltradas sus administraciones por los malosos.
Sí, cuando entreví que un priista retomaría las riendas de la nación, lo primero que deduje: se acabó tal displicencia. Ese poder omnímodo que antaño se ejerció desde el centro, ahora se reforzaría debido a la intensa competencia entre los partidos políticos y la facilidad con que se ventila hoy en día el quehacer de la cosa pública.
Y en una especie de fortuna, compañera de los tiempos nuevos, llegó el expediente clave que regulará el control de las administraciones estatales, que evita la necesidad de ejercerlo en forma arbitraria por el jefe máximo del Estado mexicano.
La aprobación de la primera iniciativa preferente enviada por Calderón —reforma a la Ley General de Contabilidad Gubernamental— somete a los gobiernos locales a ese férreo escrutinio por parte del “Gobierno Federal, la Cámara de Diputados y la Auditoría de la Federación. Asimismo, tendrán que rendir informes exhaustivos sobre sus ingresos, egresos y deudas a la Secretaría de Hacienda ¡cada tres meses! Y de incumplir con la ley, los servidores públicos locales irán a prisión con penas de dos a siete años y multa de hasta medio millón de días de salario mínimo, o sea 31 millones de pesos.” [Véase, “Peña aprieta a los gobers (priistas)”; Rubén Cortés, La Razón, noviembre 8.].
Diría Perogrullo: Otra vuelta de tuerca, pero ahora aceitada. O lo que es lo mismo (casi), “Flojito y cooperando”.
Chihuahua, Chih., noviembre 8, 2012.