lunes, 18 de marzo de 2013

EL DESTINO MANIFIESTO II

Van de bajada. Seré yo y lo voy a hacer. EEUU es mi propiedad. Dirán, está pirado. Y sí, estoy en mis días, aprovéchense.
Diez, veinte, cuánto dan a que caen en mis garras, mi México, será de mi entera necesidad y deseo. Cuando lo diga, se van a supeditar. Qué Bolívar o Juárez. Pancho Villa y su decisión, es él.
Me van a querer, me van a amar.
Para qué quieren lo que no conocen, la estupidez. Son lo que decida, y son abajo, eso que diga.
My fellow citizen, mis queridos huéspedes, mis adorables brutos. Míos.
Al parecer, saben. Espero me agradezcan, manejo justo su concepto, pero yo antecedo, soy historia, antes de su democracia ya era, temprano, los puedo educar y me lo agradecerían, sin saberlo, sin necesitarlo, están en mi férula.
Pero serán de mi expresión, de mi talante. Se joden. Soy el destino manifiesto reloaded, todo en su lugar, sabrán que los quiero, me los quiero chingar, en buena onda, y les va a gustar, todo en caliente, más lo agradecerán.
Seguro mi deseo y mi determinación, les va a fascinar, no son pendejos, y les gusta el huevo ferviente, o séase el de un mexicano adorable. Los quiero, pero ya saben dónde.
Es importante y deseable que vivan en armonía conmigo, es la historia del S.XXII, lo que hará de ustedes su martirologio, su descenso. Vamos a trabajar, eso es lo único que les ofrezco.
En armonía. Les daré trato amable.
DESTINO MANIFIESTO II.
MENDOZA, MARZO 2013 (QUE LES DUELA).

domingo, 17 de marzo de 2013

DERECHO DE PORTE

Llego a Guayaquil. El portero me advierte: de aquel lado no puede caminar. Era la señal.
Veo un indigente en su baño, limpiándose. Avanzo. Es mi día. Estoy de suerte, las chamacas husmean, belleza tropical, justo en el Ecuador.
Sigo las recomendaciones al pie de la letra, y más avanzo. Todo gira y sonríe, estoy como siempre, mexicano abierto, mi amigo envuelto en ese confort, me aventuro. Busco una Bohemia, daría mi vida por una sabrosa cerveza mexicana.
A regañadientes mi edad entonces hace milagros. Después, mañana una ecuatoriana gemiría, “Luchito”, y este androide en su trajinar, no tiene otra obsesión que recrearse como cualquier parroquiano en un Sanborn’s, dulce palpitar con una vieja, quien sea, pero que sea, con cierto olor, algo de mi tierra, mi dolor.
Es segura mi desesperación, diez días sin beber mi cerveza nacional, ausente de esas barras con mis agitados coterráneos, bucólicos, embebidos en su peda, podridos, jodidos por siempre, pero felices. Acólitos alcoholizados, rezando, pero buena gente.
En su ocasión, el embajador, lo dije, me preguntó: “¿Está abierto el Cardenal Mendoza?”. Mi hermanito, casi inteligente, había degustado y sobrevivido. Ya no. ¿Dónde quedó?
Avanzo por la calle prohibida, ecuatoriano yo, encubierto, mexicano per sé, muy mexicano, pero no se dan cuenta, camino, y avisto en mi ceguera, a la cual nadie sabrá acaso mi trajín tambaleante que no puedo comportarme fijo, miope, más mis oídos protegen ese desvarío, y huelo, casi huelo como mis antenas me lo permiten, la panocha, pero son muchas, me pierdo, esos aromas me atrofian, ya no sé para donde girar, una ciudad que me ha embrujado, es Guayaquil, el Ecuador, es debajo de los Andes, debajo de sus nalgas, malgastado en una edad cuando todo se me da, una perfecta niña de diecisiete.
Me vuelvo a equivocar. Es mi sino. El olor es mi cerveza Bohemia mexicana. Muero gustoso. Mañana parto a Las Galápagos.
Mendoza y yo…, marzo 17, 2013.

viernes, 15 de marzo de 2013

EL MAESTRO

Here we go

“No me puedo apoltronar”, sentencié casi de niño. Cincuenta años luego, vistiendo letras, encubierto [nadie sabe de mí], mejor policía no podría ser, estoy a la deriva, superior a mí…, entonces, haciendo la diferencia, corrigiendo, soportando la mediocridad, estoy aquí… Me la deben.
Dije de antaño: “Ellas viven por mí”, y en parte —nimia e insuficiente—, ellas me depositan sus favores, para quien supo de sus adelantos, gustosas están. Por eso este relato; súfranlo y vívanlo…
Va…
—Joder, a más no poder, dice mi discípulo chilango.
—Qué te duele, puñetas. Tan feliz que eres. Tú y tus comodidades, y en cada mamada estás que no cabes, puteándote con tanto culo.
—No aguanto más a esta culera…, es muy pinche, ya no la soporto, me harté de sus chingaderas. ¡Méndiga vieja!
—Pues mándala a la verga. Lo más pendejo es vivir con un adefesio a la que ya no se te antoja cogértela. Ya no se te para…, o, ¿aún te late la puta?
Y se encabrona —No es puta.
—Lo es. Yo me la cogí, y lo sabes (y muchos).

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Vinicius me dijo: “No hay mujer que sea fea viéndola por donde mea”.
Invento. Mi amigo Moraes dijo, “Mientras tenga lengua y dedo, no hay mujer a la que le tenga miedo”.
Con ello, mi mejor deseo para quien quedó en desgracia.

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Los chihuahuitas, pequeños, per sé, igual siguen en su onanismo…

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Otro, éste de Orizaba, moderado y atemporal, rezado, españolete, graviente…, dislate, en toda su calamidad de mostrarse acreditado ante Dios, a regañadientes diría (muy a regañadientes):
—Qué hueva.
—Que se chingue, le respondo.
Como si nos hubiéramos puesto de acuerdo.

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En verdad, adoro la inteligencia del sur…, como diría Borges: “El sur”.
O como dijo el otro: “Vinieron hasta el fin del mundo por mí”.
Méndiga inteligencia…, la cual no a todos convence.
Pero, cómo medir tiempos y notas, cómo ver que estamos hablando con el lenguaje de las letras y los números del XXII, a sabiendas de haber regresado.

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—Te lo dije.
 En su dolor no cabía esperanza. Casi muere.
 Una puta chihuahuense le dio vida.
—Estoy dentro de ella, Maestro, y al tiempo que me bajo, gime, me arroba, y más me implora; mi lengua la embrutece. Cada vez más puta, y cada vez más caliente…
Prosigue en su deliquio…
—Sí, aprendí a coger. He aprendido…, me agradeció.
—Soy tu maestro. (Tenue, advertí, sin que me escuchara.)
—Espero hayas aprendido…

El maestro sentenció.

Mendoza y yo; marzo 15 de 2013.

sábado, 9 de marzo de 2013

Alta traición

Hoy quiero rendirme ante un poema, porque me atañe. Sé que está entre los 10 mejores de la lírica nacional.
Acaso esa hueste venezolana podría leerlo. Entonces, Bolívar tendría discernimiento del efecto rambersé  que abonaría al espíritu, prohijándole a él y a ellos, no el dolor del búmeran; la tranquilidad y el sosiego. [Sencillo prever sus calamidades en puerta.]
Empero, no es la patria de El Alma llanera la que me tiene en este remedo de susidio. Es la “alta traición”.
Resulta que el gran JEP (José Emilio Pacheco) escribió el poema de ese título, y cierta ocasión lo usé como leit motiv: cayó cercenado el traidor. Y para dejarlo más claro (sic.), aduje: nadie puede ocasionarle daño al proyecto transexenal. Luego ‘La Historia Moderna’ deambuló dejando rastros de inmortalidad. Sólo rastros.
Son 14 líneas, pero bastan. Es intachable, como lo es “Pedro Páramo”, la novela perfecta del S.XX.
Se lo dije. Se lo advertí. La admonición fue tajante: “el desapego de la inteligencia” [léase “Vértigo”] no implica renunciar al talento, eximirse…, y luego la plañidera de que “no entendí”.
“Ya qué”, diría un amigo chilango…
Deletrea José Emilio (quien vive, en plenitud): “No amo mi patria / Su fulgor abstracto / es inasible / Pero aunque suene mal / daría la vida /… / por… /…tres o cuatro ríos.”
Ya qué…
Mendoza | Sábado 9 de marzo, 2013.

martes, 5 de marzo de 2013

VÉRTIGO

La saeta, lo instantáneo, el vértigo... La cruz cósmica: inteligencia con desapego. No va como réquiem; y sí, su voz y fortaleza heredadas de un clarín de órdenes dicta: falta brillo, carecen de fuero, la urdimbre ausente. Así como esa cruz, está la noche cosmo, a miles de una vastedad que sólo a este personaje atañe. Bye, bye.
—Esa mujer huele en la mañana a ansiedad, nerviosa, despegando sus piernas largas y un saludo a veces imperceptible. Quiere decir algo más, y le queda en una sonrisa una disculpa por sus limitadas expresiones orales. Es que su talle en movimiento la delata, se traba.
Es lo que pienso cada mañana cuando se acerca y ya viene muda, abatida.
Hoy esbozó una sonrisa que el vértigo de sus sensaciones no frustró del todo. La suerte está de su lado, al menos durante esos segundos en que puede recibir algo a cambio, digamos un acercamiento a su mirada y el agradecimiento de haber vencido sus límites vestidos de pudor, de una emoción soterrada.
Difícil aventurar su comportamiento en la intimidad; cualquier aventura se antoja, de esa fragilidad, de esta mujer del desierto. No me engaño, a mí también me turba eso en ella, que es ajeno a la displicencia, aunque parezca desapego. Su cruz difiere en sus consecuencias; está sola, envuelta en una caída que parece irremediable.
También desconozco si habré nuevamente de ocuparme de esa extrañeza. Sólo espero que la perspicacia, mi malicia, no me abandonen.