viernes, 15 de marzo de 2013

EL MAESTRO

Here we go

“No me puedo apoltronar”, sentencié casi de niño. Cincuenta años luego, vistiendo letras, encubierto [nadie sabe de mí], mejor policía no podría ser, estoy a la deriva, superior a mí…, entonces, haciendo la diferencia, corrigiendo, soportando la mediocridad, estoy aquí… Me la deben.
Dije de antaño: “Ellas viven por mí”, y en parte —nimia e insuficiente—, ellas me depositan sus favores, para quien supo de sus adelantos, gustosas están. Por eso este relato; súfranlo y vívanlo…
Va…
—Joder, a más no poder, dice mi discípulo chilango.
—Qué te duele, puñetas. Tan feliz que eres. Tú y tus comodidades, y en cada mamada estás que no cabes, puteándote con tanto culo.
—No aguanto más a esta culera…, es muy pinche, ya no la soporto, me harté de sus chingaderas. ¡Méndiga vieja!
—Pues mándala a la verga. Lo más pendejo es vivir con un adefesio a la que ya no se te antoja cogértela. Ya no se te para…, o, ¿aún te late la puta?
Y se encabrona —No es puta.
—Lo es. Yo me la cogí, y lo sabes (y muchos).

---

Vinicius me dijo: “No hay mujer que sea fea viéndola por donde mea”.
Invento. Mi amigo Moraes dijo, “Mientras tenga lengua y dedo, no hay mujer a la que le tenga miedo”.
Con ello, mi mejor deseo para quien quedó en desgracia.

---

Los chihuahuitas, pequeños, per sé, igual siguen en su onanismo…

---

Otro, éste de Orizaba, moderado y atemporal, rezado, españolete, graviente…, dislate, en toda su calamidad de mostrarse acreditado ante Dios, a regañadientes diría (muy a regañadientes):
—Qué hueva.
—Que se chingue, le respondo.
Como si nos hubiéramos puesto de acuerdo.

---

En verdad, adoro la inteligencia del sur…, como diría Borges: “El sur”.
O como dijo el otro: “Vinieron hasta el fin del mundo por mí”.
Méndiga inteligencia…, la cual no a todos convence.
Pero, cómo medir tiempos y notas, cómo ver que estamos hablando con el lenguaje de las letras y los números del XXII, a sabiendas de haber regresado.

---

—Te lo dije.
 En su dolor no cabía esperanza. Casi muere.
 Una puta chihuahuense le dio vida.
—Estoy dentro de ella, Maestro, y al tiempo que me bajo, gime, me arroba, y más me implora; mi lengua la embrutece. Cada vez más puta, y cada vez más caliente…
Prosigue en su deliquio…
—Sí, aprendí a coger. He aprendido…, me agradeció.
—Soy tu maestro. (Tenue, advertí, sin que me escuchara.)
—Espero hayas aprendido…

El maestro sentenció.

Mendoza y yo; marzo 15 de 2013.

No hay comentarios:

Publicar un comentario