Hoy quiero rendirme ante un poema, porque me atañe. Sé que está entre los 10 mejores de la lírica nacional.
Acaso esa hueste venezolana podría leerlo. Entonces, Bolívar tendría discernimiento del efecto rambersé que abonaría al espíritu, prohijándole a él –y a ellos–, no el dolor del búmeran; la tranquilidad y el sosiego. [Sencillo prever sus calamidades en puerta.]
Empero, no es la patria de El Alma llanera la que me tiene en este remedo de susidio. Es la “alta traición”.
Resulta que el gran JEP (José Emilio Pacheco) escribió el poema de ese título, y cierta ocasión lo usé como leit motiv: cayó cercenado el traidor. Y para dejarlo más claro (sic.), aduje: nadie puede ocasionarle daño al proyecto transexenal. Luego ‘La Historia Moderna’ deambuló dejando rastros de inmortalidad. Sólo rastros.
Son 14 líneas, pero bastan. Es intachable, como lo es “Pedro Páramo”, la novela perfecta del S.XX.
Se lo dije. Se lo advertí. La admonición fue tajante: “el desapego de la inteligencia” [léase “Vértigo”] no implica renunciar al talento, eximirse…, y luego la plañidera de que “no entendí”.
“Ya qué”, diría un amigo chilango…
Deletrea José Emilio (quien vive, en plenitud): “No amo mi patria / Su fulgor abstracto / es inasible / Pero aunque suene mal / daría la vida /… / por… /…tres o cuatro ríos.”
Ya qué…
Mendoza | Sábado 9 de marzo, 2013.
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