Los días aciagos y perdidos del diciembre-invierno resuenan todavía... / Una casa de juventud que se extendió / Un largo viaje de espera / que tardó siglos..., inconcluso / Tiempo fortuito y encuentros nuevos / Cada vez más lejos del principio / Cruzando puertas distintas / que luego se cerraban... / Pero aquella casa seguía abierta / Aunque el retorno no cumpliera / Fue un teorema que creí haber resuelto / Dije: “Una a una irán cumpliendo / etapas que el tiempo dirá... / ¡No queda nada!” / Mi matemática exacta / mi compleja redondez de pensamiento abstracto / mi certidumbre de saber / que mis símbolos firmes / sólidos, nunca me abandonan... / Más la casa seguía abierta / La calle estaba desierta / Los niños-jóvenes-viejos / extraviados / ya no pertenecían / Imposible verlos / jamás coincidirían las miradas / Me tuve que alejar más / Y ni así a la distancia te enfoqué... / Aquella casa de un pueblo de una adolescencia / Que en una noche fría regresé y sólo vi paredes / Esperando voces, encuentros, resquicios / Para poder entrever una silueta, que por la calle... / Dijera: ¡Aquí me encuentro! / También regresé / Soy parte de ese viaje que decidiste... / por tu cuenta.
Así de exacta eres en mis recuerdos...
En cierta ocasión Octavio Paz escribió: “Con un trozo de carbón / con mi gis roto y mi lápiz rojo / dibujar tu nombre / el nombre de tu boca / el signo de tus piernas / en la pared de nadie...” El poeta mayor de México tenía frente a sí una mujer que lo condujo a ese desenlace, afortunado para él, para nosotros y para el arte. Tal vez la perdió —lo desconozco—, probable fue su principal inspiración, pero con esto quiero dejar en claro cómo el amor nutre y empuja, socava y aniquila para que unas palabras salgan airosas... después de haberme imaginado a esa chamaca vestida sólo con mis cuartillas, una habitación de ventanas amplias, el sol de las 10 de la mañana de un verano seco, a veces húmedo; seco a veces, radiante casi siempre iluminado..., y una ligera brisa refresca un verano que será muy cálido, y paso a paso iré quitando con cuidado mis escritos para no lastimarte, Claudia, y tú, casi despierta, sientas que te hago falta...
Tengo la sensación de que nuevas luces me indican un periplo después e inmediato del que espera en puerta. Un cierto indicio de que a esa casa vacía y su parafernalia les quedan todavía vida propia e influencias reservadas, como extensión de aquello que aconteció en un invierno tras arribar de la metrópoli. Imbuido estaba en la abstracción de las matemáticas cuando un extraño y sombrío contraste se materializó en forma de desasosiego, impedido de enfrentarlo porque Claudia también había dejado ese pueblo de primeros días y sueños. Después no quise reconocer —por ésta y otras experiencias, anteriores y más estrujantes— la simbiosis que llevamos por siempre con el lugar donde nacimos. No sabía entonces que la novela, poesía, arte te conducen, cuando los tomas de vehículo para explorarte y expresarte, hacia rumbos que no imaginaste. No pensé que ese “irrelevante” asunto llamado ‘Camargo’ fuera a tener tanto espacio en estas letras. Al cabo de éste, supongo que “ahora sí, una a una irán desapareciendo, y con el tiempo será el casi-nada lo que mi mente le dedique...”, algo así recuerdo haber escrito dos o tres días antes de la Navidad de 1975.
No obstante, desconozco el desenlace del acontecimiento que experimento ya casi dos semanas, exacerbado en horas recientes; imposible arrojar una previsión plausible, aún y con todo mi expertise en la materia, que luego de entrever lanzo mi mejor conjetura con tan irregular precisión de acertar aún fallando. Sólo que este caso es más difícil, porque soy yo mismo quien me ubico como sujeto de escrutinio, y eso lleva a realizar cálculos si no erróneos..., subjetivos e inútiles. Independientemente del resultado —que de todas formas no sucederá en corto plazo— puedo asegurar que la trama de este avatar compuesto sufrirá una diversidad de ajustes (contenido y estructura) y la historia completa no sabré y mediré hasta que la palabra Fin esté escrita. Es lo hermoso de esta profesión, que no sabes a dónde te lleva, pero de lo que sí estas seguro es que su resultado puede ser ¿absurdo, extraño, estúpido, desagradable, sorprendente? y algunas veces feliz, porque la realidad es así de estricta y la novela no te deja chance de maniobra.
No queda más que aguantarnos y hacerle un marcaje personal al curso que toman estos irredimibles ‘chiles tristes’, no vaya a ser que de repente acabemos en otra dimensión ajena a cualquier noche cosmo sin haber escrito un punto y coma, como los que José Carlos Becerra le rindió a una joven mexicana en Londres... para luego despedirse de manera infausta, truncándose la mayor promesa después de Paz.
"Mujer, mujer,
mirándome, ¿viste algo? ¿Pensaste que podías ver algo?
¿Alguna pequeña señal? ¿La viste, la viste?
Mujer, 'niña extraviada', 'bella muchacha sin libertad',
frases manoseadas,
¿te sentiste conmigo la 'niña extraviada'? ¿La 'bella muchacha sin libertad'?
Trazando la tortura, fingiendo la tortura, ¿te torturabas más?
¿Quién creíste que eras? ¿Quién creí que era yo?"
La bella durmiente – El otoño recorre las islas
NOTA: Work in Progress de la novela: Los chiles tristes.
© Chihuahua-México: Eje del S. XXI.
Algún lugar de MÉXICO, a 31 de marzo de 2011.