Un día quiero escribir sobre Camargo.
Para quienes desconocen —y qué mejor: ¡No es Camargo!
Es La Santa Rosalía.
Mis amigos —pocos—, pero amigos, saben con certeza que por sus hermosas mujeres
morirían por menos que verlas de cerca, y luego como en quiebre del aire
quedarse ausentes de una presencia que jamás tuvieron cerca.
No les es dada tanta proximidad a ese fruto que en la fiesta de Dios debieran trabajar.
Qué va... Estoy desbordado en mis periplos de excepcionalidades.
Pero, ¿habrá más de mil eventos de ese manjar? ¿Nos puede ser arrebatado?
Lo creo, pero no en estas latitudes: “nuestra longitud de guerra” dicta caso único.
¿Poetas, músicos, cineastas, escultores, pintores, bailarines?
Agréguese —por favor— la belleza de sus mujeres.
Sólo un poeta con la luz de sus avatares puede afirmar:
¡La novedad proviene del hechizo de la Luna en ese espacio!
Mas, para qué malgastar...
La Santa Rosalía y la noche cosmo dijo:
Pueden ver, oler, escuchar, tocar, transgredir..., y luego renacer.
Están protegidos por la magia que fuera de estos confines no tendrán jamás.
Es La Santa Rosalía.
Chihuahua, Chih., septiembre 1, 2011.
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