martes, 30 de agosto de 2011

Determinada

Determinada, más que determinada.
Hoy ni te das cuenta que tanta entereza te desquicia.
Que aún siendo misógino
evito toda referencia pueril porque hoy  —sí, hoy
lo que marca la pauta son múltiples sonidos que enloquecidos
cada uno a su ritmo, acompasándose, me complican más la vida.
Siquiera supieras a qué extraño fenómeno remito este interludio.
Pero no quisiste aprovechar el conocimiento extraño de un lector
que en novelas, relatos cuya semejanza al poema es lo que nos deja
un sentimiento inútil de que algo hemos aprendido.
Que nos llevó de un lado a la parte que está más oculta.
Que incluso alguien infecundo en arte o letras, su música sirvió de nada.
Pues yo qué culpa tengo de que no sepan ver ni oír ni siquiera oler.
Como si una cerveza fuera lo que un tinto es porque así es.
O eres o no eres, y si nos vamos por partes más vale que tengas tu tele...
Es lo más inteligente que suelo escuchar desde hace dos años
cuando mi refugio lo malogré remitiéndome al pasado.
Mi morada es el hastío y los relojes no paran de indicarme
que ya perdí la dispensa concedida, y desde ya los rojos se agolpan.
¿Por qué soy tan necio?
¿Para qué escribirle al viento?
¿Alguien siquiera entiende mis improperios que quizá lean..., mejor eviten?

Chihuahua, Chih., agosto 30, 2011.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Tiempo luego una reina

Qué hiciste y qué embrujo
me ciñe a un sabor sin reparos.
No duermo, no escribo,
que de nada la tierra baldía
me absorbe.
El silencio no es nada
titubeante, demacrado, sin esperanza.
No hablo, medito unas letras
caído fuera de viaje y de tiempo.
Avanzo dos pasos, tres me desgrano.
No estoy ni pienso.
He perdido mi pluma, y palabras lejanas
sirven de sueños futuros.
Para qué pensar, si el pasado no pesa...
no duele —dejó su morada.
El tiempo no es tiempo;
el sueño es embrujo.

¿Sabías quién soy?
¿Supe acaso quién era?
¿Sabré un día que existo?

Dime, reina:
¿Soy viable en el tiempo?

Chihuahua, Chih., 24 de agosto 2011.

martes, 9 de agosto de 2011

Alcance (IV) a “Los chiles tristes”

Me fascinan las frases que escucho y sin decime nada, son repelentes al entendimiento; peor: al buen gusto. Es como haber caminado bajo el sol asesino del septentrión y no te agachas, sigues con tu orgullo puesto al cuello, y la frente con sudor te impele a arrojarte al absurdo, porque sabes que podrás vencerlo cuando la tarde llegue y recibas reconocimiento simple, quizás un café oaxaqueño, un jugo de mango y si tienes suerte un tinto, escuchando melodías que reparan el suave disgusto de ti mismo. La has librado hoy... mañana... “¡Mañana será otro día!”

Ayer decía: «tanta inteligencia y no les sirve de nada: unos perdidos en soliloquios que repiten desde niños...». Y aquél que demuestra agudeza, entrega a cambio miedo. ¿Por qué? Así no me extraña que sean fuereños, hombres venidos del sur [las más de las veces, nativos de esta tierra] los que subvierten, trastocan, modifican las cosas que por siglos se han erigido en medianía —y qué pavor causa. Hombres de Parral, Jiménez, Camargo o de la sierra y el desierto han regresado en su momento a poner los puntos sobre las “i”. También de otras latitudes, porque ¿acaso Benito Juárez, Pancho Villa, Felipe Ángeles, et al eran de Chihuahua? Sí, el suelo es tan plano que no merece brinco alguno.

¿Qué le sucede a Chihuahua? Otrora una región del país genuinamente orgullosa de su osadía, visión de futuro, templanza, y hoy con desempeños mediocres en economía y cultura, creatividad y expresiones de humildad y buena crianza, refiriéndome con esto a la tan devaluada hospitalidad que en otras épocas demostró. Lo peor no son las altas cifras de desempleo y falta de oportunidades, que otras entidades del país parecen entender y al parecer resuelven; no, lo más grave es el infortunio y la desesperanza, la destrucción de una ciudad que alojó a más de un país en sus corredores habitacionales y brindó trabajo. Tengo la impresión de que no nos queremos dar cuenta de cuánto hemos cambiado dando pasos hacia atrás. Tal vez la razón de esta pesadumbre que describo, de forma tan general, haya derivado de uno o más de los siguientes factores: habernos convertido en una “isla”, encerrados en la miopía de creernos lo que jamás hemos sido; dormirnos en nuestros laureles, sobrevaluados; y el egoísmo asociado a tanta desidia y estulticia.

Decía, “mañana será otro día”, porque éste no da para más..., y un poco de desazón, porque también merecen ser arrojadas al viento palabras para que éste escuche. [Pido disculpas a Onetti, quien mejor sabía sobre estos menesteres.]


NOTA: Work in Progress de la novela: Los chiles tristes.
© Chihuahua-México: Eje del S. XXI.
Algún lugar de MÉXICO, a 9 de agosto de 2011.