martes, 9 de agosto de 2011

Alcance (IV) a “Los chiles tristes”

Me fascinan las frases que escucho y sin decime nada, son repelentes al entendimiento; peor: al buen gusto. Es como haber caminado bajo el sol asesino del septentrión y no te agachas, sigues con tu orgullo puesto al cuello, y la frente con sudor te impele a arrojarte al absurdo, porque sabes que podrás vencerlo cuando la tarde llegue y recibas reconocimiento simple, quizás un café oaxaqueño, un jugo de mango y si tienes suerte un tinto, escuchando melodías que reparan el suave disgusto de ti mismo. La has librado hoy... mañana... “¡Mañana será otro día!”

Ayer decía: «tanta inteligencia y no les sirve de nada: unos perdidos en soliloquios que repiten desde niños...». Y aquél que demuestra agudeza, entrega a cambio miedo. ¿Por qué? Así no me extraña que sean fuereños, hombres venidos del sur [las más de las veces, nativos de esta tierra] los que subvierten, trastocan, modifican las cosas que por siglos se han erigido en medianía —y qué pavor causa. Hombres de Parral, Jiménez, Camargo o de la sierra y el desierto han regresado en su momento a poner los puntos sobre las “i”. También de otras latitudes, porque ¿acaso Benito Juárez, Pancho Villa, Felipe Ángeles, et al eran de Chihuahua? Sí, el suelo es tan plano que no merece brinco alguno.

¿Qué le sucede a Chihuahua? Otrora una región del país genuinamente orgullosa de su osadía, visión de futuro, templanza, y hoy con desempeños mediocres en economía y cultura, creatividad y expresiones de humildad y buena crianza, refiriéndome con esto a la tan devaluada hospitalidad que en otras épocas demostró. Lo peor no son las altas cifras de desempleo y falta de oportunidades, que otras entidades del país parecen entender y al parecer resuelven; no, lo más grave es el infortunio y la desesperanza, la destrucción de una ciudad que alojó a más de un país en sus corredores habitacionales y brindó trabajo. Tengo la impresión de que no nos queremos dar cuenta de cuánto hemos cambiado dando pasos hacia atrás. Tal vez la razón de esta pesadumbre que describo, de forma tan general, haya derivado de uno o más de los siguientes factores: habernos convertido en una “isla”, encerrados en la miopía de creernos lo que jamás hemos sido; dormirnos en nuestros laureles, sobrevaluados; y el egoísmo asociado a tanta desidia y estulticia.

Decía, “mañana será otro día”, porque éste no da para más..., y un poco de desazón, porque también merecen ser arrojadas al viento palabras para que éste escuche. [Pido disculpas a Onetti, quien mejor sabía sobre estos menesteres.]


NOTA: Work in Progress de la novela: Los chiles tristes.
© Chihuahua-México: Eje del S. XXI.
Algún lugar de MÉXICO, a 9 de agosto de 2011.

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