jueves, 19 de mayo de 2011

Los chiles tristes (Vol. 30)

Han pasado casi nueve meses desde que, para un puñado de paisanos, un importante evento representó un logro destacado en la función social que entregan con amor a los jóvenes camarguenses a los que les brindan apoyo para residir en Chihuahua como estudiantes de educación superior. Diversos personajes han desfilado como líderes y miembros de la mesa directiva de una hermandad que hace algunos años se fundó con el nombre de “Asociación de Camarguenses Radicados en Chihuahua”, ACARACHI. En el corto tiempo que tengo de asistir a algunas de sus reuniones mensuales, puedo citar a algunos de esos personajes que ayudan en esta misión, entre otros Héctor Torres Simental, Valentín Ramírez Llanes, Abelardo y Aidé Aguirre, Pilo Ortega, Julián Amparán, David Castellanos, los hermanos Chávez Saldaña, Rafa Chávez, Rubén Hernández, Conchita Durán y su actual presidenta, su brillante e inquieta líder Diana Muñoz Juárez. Aquel evento al que me refiero tuvo lugar el sábado 4 de septiembre de 2010, día en que se festeja a Santa Rosalía, nuestra patrona, y en esa ocasión se inauguró la casa del estudiante (varón).

Desde septiembre a la fecha, Chihuahua y el personaje central de estos “chiles tristes” han experimentado pocos acontecimientos dignos de evocación, a no ser que los cambios en las administraciones estatal y municipal representen eventos cruciales que estén marcando una nueva pauta en el desarrollo de nuestro estado, menos aún mis peripecias que sólo relatadas de manera novelesca quizá hayan merecido interés en mis tres lectores. El bebé que está por nacer tras este periodo de gestación [fecha en que se inaugura la casa del estudiante camarguense] trae el estigma de un niño amodorrado, sin ángel, apático, anodino, carente de chispa y brillo. Parece que no va a gozar de talento ni genio..., intrascendente, lo cual es una desgracia considerando que el mundo se mueve de manera vertiginosa y que, en contra parte, en este lado del mundo el acto de dormir ocupa mayor espacio entre las actividades cotidianas, panorama que en el anterior volumen describí señalando que a pesar de esto, sí existe gente que patalea, mienta la madre, exige, plantea y propone nuevas acciones y cambios, y otros que rompen la monotonía de las consabidas tardes de cerveza y carne asada para pitorrearse de ellos mismos y de quienes se dejen, los más personajes ‘públicos’.

¿Falta inteligencia? ¿Disminuyó nuestra dotación de materia gris? ¿Nos volvimos adocenados? ¿La enajenación diezmó las capacidades proteicas, transgresoras, revolucionarias, audaces y osadas que en otras épocas experimentamos con orgullo? ¿Qué diablos nos pasó..., alguna maldición? Nótese que estas admoniciones ya no van direccionadas hacia mi adorable “Perla del Conchos”, menos aún a las pequeñas comunidades que dan luz y ofrecen inspiración al poeta o al pintor, como el lugar mítico que habrá de consolidarse en la épica narrativa del ‘siglo chihuahuense de chavira’, así con minúsculas para evitar malas vibras que la envidia suele generar cuando se perfila un nuevo espacio dentro del tejido narrativo: Chavira en contraparte a La Vastedad en Santiago, y a lo lejos el Downtown y su noche cosmo... ¡Quién lo dijera!

Miren, queridos paisanos, todos de Chihuahua: si ustedes en verdad quieren constatar el grave deterioro de la inteligencia colectiva que hoy padecemos, échense un clavado en los periódicos impresos, en los programas de tv locales y sobre todo en las redes sociales, y verán que lo que abunda es cero despliegue de atrevimiento, ingenio, reflexión, aportación de ideas y conceptos; no hay desmesura, aportación o propuesta alguna que busque incidir para mejorar lo establecido [cubierto de piedra y lodo]; no aparecen los sueños, la música, menos la poesía, el ensayo fundamentado, las acciones concretas, firmes, objetivas para transformar la educación, crear ciencia y tecnología, detonar un verdadero desarrollo económico, crear movilización social, cultura, arte... Estamos muertos en vida..., sí, es Chihuahua, justo el mismo panorama que observé, aquilaté, analicé y evalué desde hace ya dos periodos de gestación, 18 meses y un poco más cuando arribé tras el penúltimo de mis periplos.

Como fiel reflejo de lo que observo, puedo calificar esta devastación del espíritu como algo menos que un miserable chile triste. De ahí que esas pequeñas acciones que personas y organismos de la sociedad civil realizan, de a poco —pero de manera significativa para algunos— y sumadas, se convierten en hechos tangibles, sustantivos, resuelven necesidades apremiantes, que en el caso de los jóvenes respaldados por ACARACHI les representa la única oportunidad de poder cursar una carrera profesional que en La Santa Rosalía no se encuentra disponible. La naturaleza de esos emprendimientos sociales marcan la pauta de lo posible, y dan pie a replantear la función del Estado en cuanto a la naturaleza de las políticas públicas que instrumente en pleno ejercicio de sus atribuciones, desplegándose en dos vertientes de responsabilidad fundamental [amén de la procuración de justicia y la seguridad]: establecer las condiciones indispensables para impulsar el desarrollo viable en el futuro [inversiones en conocimiento e infraestructura], al tiempo que debe de auspiciar, sin cortapisas ni coerción o formas de control, las iniciativas sociales que tan buenos resultados se han alcanzado en economías de alto desarrollo como Alemania y otras naciones europeas.

La clase política chihuahuense es semejante a cualquier otra del resto de la República: por favor, jóvenes (e) lectores; éstos no son ni mejores ni peores que los de Michoacán o Veracruz; no sean ilusos. No nos distinguimos en casi nada respecto de nuestros demás connacionales. Lo que sí podemos hacer, es que esta generación de políticos primero, se dé cuenta que son observados y evaluados; segundo, que estamos en el mismo barco, porque ya no podrán abandonarlo cuando hayan concluido su periodo de responsabilidad; y tercero, que se les apoyará a realizar con eficiencia y eficacia sus funciones, indicándoles sus errores y ofreciéndoles alternativas de solución, pero tendrán que escuchar y responder con objetividad los reclamos de la sociedad civil, y deberán saber que les será imposible creerse que están cumpliendo si no la están haciendo. Hoy en día es casi imposible que un político pueda creerse sus propios engaños: la enajenación bordaría la locura, y no creo que ellos padezcan estas anormalidades de la mente [se da el caso].

Qué mejor manera de entender e interpretar los nuevos tiempos de Babel, no tanto asomándose sin ton ni son a los entresijos de las redes sociales; menos a la mediocridad de los medios impresos chihuahuenses [¿existe tv en Chihuahua?]; peor aún, a los discursos sin fe genuina y auténtica que expelen los políticos, pésimamente articulados e insustanciales..., no queridos coterráneos [objetivo de este volumen]: véanse en el espejo de agrupaciones civiles como ACARACHI y tantas otras que realmente marcan la pauta del nuevo milenio.

NOTA: Work in Progress de la novela: Los chiles tristes.
© Chihuahua-México: Eje del S. XXI.
Algún lugar de MÉXICO, a 19 de mayo de 2011.

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