martes, 24 de mayo de 2011

Los chiles tristes (Vol. 30 Bis)

¡Chihuahua! Te quedas y yo sigo... «Te veo luego..., no tengo más que decirte.» Así me veo en un mes alejándome de este vasto territorio que parece escurrirse entre mis dedos. Un nuevo ciclo comienza, un nuevo año, todo nuevo o todo por redescubrir, con un dejo de tristeza y desazón. Pero la vida continúa conmigo o sin mí, con ella o sin ella, con o sin nosotros. Lo inexorable hace de nuevo girar los engranes de todos los ‘relojes’ que marcan todos los momentos que abarcan mi vida y la describen. Tal vez para esa fecha que se fija perentoria, mi último resabio no haya aún calibrado el fino y minucioso mecanismo del reloj..., y qué falta hace (¿?) si no se asume por principio el sólido compromiso de persona... que afecta por igual a los demás.

Como antaño, tengo a mi alcance la salida del poeta que “al volver la vista atrás, ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”, o que “como un cometa de caña y de papel, me iré tras una nube pa’ serle fiel”. Pero no, hoy ni siquiera “me dirijo a un huracán”: “serena la mirada”, porque mi determinación de cuajar los hechos pendientes que trascienden mi persona señalan que no nací para encajarme en la vida para yacer vivo. Lo contrario, discurrir y serenarme como un sonámbulo que debe acomodar bases de sueños del mañana, así de obstinado, rallando en la soberbia, según se vea, pero no puedo engañarme: me abruman, me aniquilan, me destruyen los ralentíes, y más la mala leche: desprecio la mentira y la falsa modestia; la mediocridad me mata y dormir me aterra. Cierto y muy verdadero: me voy a México porque allá VIVO y aquí fallezco.

Tengo una piedra en el zapato, un hormigueo en el estómago y un grito ahogado en mi gaznate: quiero ver —pago por ver— cuál de estas muinas se resuelve primero.

La fortuna me acompaña, he de decir para abrirme paso en los meandros de esa metrópoli abierta al pensamiento universal, a la densidad de las palabras que tienen mayor peso al viento, y éstas vuelan o se colapsan porque no cualquiera es poeta..., ése, quien detenta la palabra, mayor aún que el sabio y el científico. Debo agregar con igual convicción que no puedo equivocarme: que no debo equivocarme, en razón de que si nadie es profeta en su tierra, siempre está la posibilidad de aterrizar una idea, un sueño para los suyos al cabo de los años y con la sensación de haber restablecido un orgullo herido.., que ya casi viejo, más con cerebro intacto habré de mutar esta especie de réquiem en un canto de alegría, en un retorno de nuevos bríos, no un periplo —jamás, y como sentencia predeterminada en voluntad..., el cuerpo erguido.


NOTA: Work in Progress de la novela: Los chiles tristes.
© Chihuahua-México: Eje del S. XXI.
Algún lugar de MÉXICO, a 24 de mayo de 2011.

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