Más dulce es saber que eres parte, y esa parte te cobija.
Más hermoso no es un beso, que ese beso puede no ser lo que deseabas.
Más intenso... puede llevarte a la locura, porque esa intensidad no deja dudas.
Ni dulzura, ni belleza..., menos intensidad: un domingo perfecto
para escribir sin ambages, por qué tanta pequeñez.
La entrega no llegó.
Maldita chingadera: dónde dejaron sus mejores pensamientos.
¿Siempre fueron así, o hasta hoy caigo en la cuenta de la suprema vacuidad?
Peor: quien me sigue a rastras tampoco puede avizorar
—y no es mucha la distancia—
la real sensación de las cosas que sí valen.
Lentos, dormidos, anquilosados. Sólo vegetales.
De cien, mil..., uno vive, apenas. El resto está en la periferia.
La doctrina que les fue impuesta, los dejó obsoletos.
Rezan, repiten frases, se acomodan al día, y luego regresan a su muerte segura.
Al menos en la noche cosmo lo rutilante contagia.
Y uno sigue como si nada, abriendo brechas con palabras que a veces llegan.
Algún lugar de MÉXICO. Noviembre 13, 2011.
Para Pascual Esparza, Lolo y Normita [y a mi amigo Hugo]. Creo que sí entienden.
No hay comentarios:
Publicar un comentario