miércoles, 13 de abril de 2011

Los chiles tristes (Vol. 22)

Días atrás / sensible en su momento / una dama aventuró un halago / “No sé por qué... / ni me preguntes” // No tomé nota / No era ‘mi momento’ / Dormía despierto por un sueño / que no me acompañaba / Perdí su paso / su evocación y su deseo / Su calidad de entrega / y mi recuerdo // Sentada frente a mí / se deshacen las palabras / que escucha apenas / Desde ese día / de mis sueños nuevos / De mi encanto / de halagos parecidos / En días que el tiempo circular / recrea y nos engaña.

De este poema de hace días, el tiempo circular «le pide, me disculpe, que siempre puedo, que sepa recordarme, que sin saberlo (ella) viví la vastedad mientras dormía (ella), que bien puede esperar mientras deshago MI RUTINA, en tanto aprenda que esa vastedad es todo lo que queda.»

Abril que corre cierra el tiempo circular abierto desde un diciembre-aciago, tras una silueta desvanecida que hoy pude ‘ver’... entrecortada, en letras agolpándose una en otra y cierto tambaleo, un ‘lujo’ que me llevo, distante, incluso opuesto a lo que viví en aquel viaje de final de vacaciones..., en que escribí sin darme cuenta,

De nuevo triste / Hay un vacío en mi alma / hay un silencio que exige atención /
y, mientras tanto / yo sólo cavilo // Por tiempos he buscado / el elemento que concilie / Hay opciones que nunca faltan / pero que no cumplen // Esta soledad es cierta / y exige su compensa / Es mérito de ser / para ya no existir.

Nuevamente el tiempo me dio la oportunidad de esbozar un repaso de esa suerte de vida circular que acaso todos llevamos, padecemos o incluso gozamos, tomando nota unos, intentando ignorarla otros, pero que no puede ser soslayada so pena de caer en la melancolía o algo peor que la nostalgia.... Empero, teniendo la opción de verterla al mundo en la única forma que se me permite, pude matizarla, controlarla, utilizarla:

Y hace un tiempo
que era raro creer que
hoy, pida calladamente

Como una sombra
Un ardid que sabe no va
Y ese tiempo es un grave
espejo, oculto... pero está

Entonces, el agua me lleva
y me recoge en la novela
que es un desierto,
un grito: abismo y sueño

Sofía y ‘Nero’ están aquí
envueltos en esa caída
que sólo pide y ya no habla

Mas los tiempos circulares de tan extensos auspician no sólo islas, continentes enteros que casi trasgreden los contornos tangibles para observadores agudos y profundos. De mediados de los 70 a mediados de la primera década del 2000, mi mundo giró de manera vertiginosa. Después vendrían “ensayos evolventes” que liberaron mi ralentí con oootras intensidades. De cualquier forma, previo al nacimiento de la noche cosmo, dos ‘eventos’ ocuparon atención perfecta para perfilarme a plenitud en esa turbulenta vida que tuve la decencia de calificarla como tal, “palabras que me permiten sobrevivir a mis escándalos...”, que casi con cinismo rematé: “Me sorprende su lucidez, como si me perteneciera...”.

Qué ‘lujo’ de expresiones, qué valentía [si no lo digo yo, quién], porque esa etapa de vida —la más larga y prodigiosa— bien puede ser encorchetada con esta frase lapidaria: “No quiero mostrarme estúpido. Desharé toda expresión que dañe mi perplejo desencanto…, que siendo mío me enaltece.” Como me enaltece aquella mocosa también de abril [la verdad, no sé qué se traen conmigo esas chiquillas de primavera], cuya madre me advirtió: «Luis, si no vas a la fiesta del cumpleaños de mi hija, jamás te vuelvo a invitar y hasta te retiro la palabra». Chin, cómo fue que le hice caso, pues aquel día primero de ese mes que ya me trae de encargo [¿qué les hice, caramba?] estuve en el susodicho dieciséis aniversario..., y al poco rato bailando con la cumpleañera..., y más al rato la agasajada agasajándose con este joven norteño [aún lo parecía] en el garaje de su casa, y Chela encantada porque quería ver a su diabólica hija tipo gitana, guapérrima, bailarina de ballet [belleza comparable a la de mi Patricia, que aún no conocía; pero ésta, canijilla a su corta edad, me hizo pasar las de Caín] de novia con su compañero de oficina, pues le recordaba al padre de esa mocosa [siempre les ando recordando a los papás (ya deberían leerse Madame Bovary para que me dejen en paz)]. Total que fui su juguete preferido; sí, sólo un vil juguete, aconsejada la malvada Eréndira por su abuela desalmada [casi igual (no plagio), porque tiene tal similitud este pasaje, al relato inmortal de García Márquez (para que vean que la vida le copia a la novela, y no al revés)]. Total que una historia como ésta no puede durar mucho y tampoco puede tener un final feliz, por lo que por primera vez en mi vida aguanté como macho (era abstemio, me la pasaba todo el día de la universidad al trabajo a la universidad a mis clases de inglés a mi sesión de lectura a dormir cuatro horas a hacer aeróbicas a la universidad a... estaba loco de remate, desquiciado: quién aguanta ese ritmo).

Pero “mi buena suerte” [ya me la estoy creyendo] me concedería justicia divina. En la Universidad [College, para los cuates] conocí a una preciosa judía, una muñeca de porcelana, rubia, procedente de Europa del Este..., Hungría, para ser preciso, lo que le imprimía ese toque de cabello quebrado, ojos azules con un leve rasgo oriental, mona, muy mona, 1.62 de estatura [la medí], vestía a la moda, expresiones educadas, cosmopolita, políglota, niña de mundo, acostumbrada a viajar como sucede con los de su raza-religión, quien poco a poco tomó amistad y cercanía con este advenedizo del desierto [ya me imagino cómo me veía, medio silvestre], pero se conjugó con mi apariencia [esbelto entonces, no me lo creerán] la facilidad [debo admitirlo, por si no se habían dado cuenta] para resolver problemas matemáticos y, zas, un día ya estábamos citándonos para ver una película y ¡doble zas! para tomarnos un café en la exclusiva zona de Polanco donde habitan mayormente estos ‘paisanos’ [tengo algo de eso] y ¡triple zas! en su casa haciendo el amor..., dos chiquillos, dos culturas, dos religiones que en el origen [Génesis] hicieron tronco común. Pues resulta  que esa ‘parte de comunión’ un día aparece cuando menos la esperaba en aquella oficina del gobierno del DF, con sus andariveles [parafernalia, para que me entiendan], expresiones, vestimenta y apariencia, brillante [dos o tres mujeres así en mi vida; son más, pero me van a odiar si elevo el número], que coincide que ese mismo día la tal Eréndira está visitando a Chela [quien no me retiró el saludo, sino todo lo contrario, por las vergüenzas que le hicieron pasar el binomio maligno hija-madre] y ambas se quedan de a seis porque nunca una chamaca así había pisado esas horribles [no lo eran tanto, pero ya verán...] oficinas burocráticas defeñas. Juar, juar, juar, qué contento me sentí, reivindicado porque —aunque bella la gitana—, jamás se imaginó que otra belleza, antípoda, disímil, exquisitamente ataviada [socialité, se le notaba la “rialeza” (frase en honor a dos queridísimas amigas camarguenses)] la eclipsaba de calle, pues sólo la buena cuna concede ese abolengo a una criatura así, de ahí el dicho de que el que nace pa nopal... Años después ese edificio donde fue restaurado mi honor e hidalguía se colapsó en el temblor de 1985. Algo tenía de diabólico, insane...

Meses después me cambiaría de trabajo, accedería con pleno derecho al primer mundo chilango, mi muñeca terminaría por emigrar a Nueva York y Patricia ya daba visos, inadvertidos aún, de que pronto se instalaría en mi vida presagiando la noche cosmo.



NOTA: Work in Progress de la novela: Los chiles tristes.
© Chihuahua-México: Eje del S. XXI.

Algún lugar de MÉXICO, a 13 de abril de 2011.

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