Una expresión, sutil, deja trazas de un mañana que se disipa.
Es más que una turbia tristeza que asoma apenas, más no deja dudas.
Fin de una época…, nunca la vi de talla perenne.
Anticipé falsos cimientos, desmoronamientos, fragilidad, vacío.
Pero el hueco no es nada, porque nunca contuvo la esencia.
Sabía de su límite, de un perfil sin rostro, de líneas en titubeo.
Sí, la esquiva expresión de no pertenencia.
Y de modo irónico, lo hirsuto asoma para dejar en claro, el cero, la nada.
Símbolos entrecruzados: un viento que sopla; la llanura del encanto.
En medio, días perdidos se estancan y crean un promontorio.
Es la idea menos creíble de una forma que no tiene aristas.
Sin embargo, está ahí difuminada, estorbando.
Inútil, yerta; ni siquiera una pesadilla.
Sí, es de mañana, pero la noche no deja de terminar.
La tarde tampoco dirá nada hasta que la luz advierta que por fin claudicó.
Se borró el estorbo; el viento sirvió de ancla en el paisaje.
Y lo agreste evidenció soledad pura que limpia el alma.
El alma sí cabe en la soledad; el vacío y la duda contrarían.
La soledad te llena, incluso es vida.
Para un rostro hirsuto que expresa que no tienes nada.
Siendo tú, ya tienes de dónde agarrarte.
Un mañana que se disipa, queda pasando de lado, está yéndose.
Chihuahua, Chih.; febrero 27, 2012.
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