martes, 21 de junio de 2011

Tú y el Sol de junio

Esta mañana, un destello de luz abrió mi puerta.

Es Chihuahua —dije—, como tratando de capturar el momento incapturable.
Pero  era un brillo de luz más intenso que el Sol de junio a vuela página.
El Solsticio de Verano se apoltronaba frente a mí, y más luces me salpicaron.

Sólo alancé a decir..., balbucear —desperdigué estas frases:

«Te ves hermosa. ¡Estás hermosa!»

Hoy me gustas más que cualquier otro día: tienes una luz que me ciega y alumbra al mismo tiempo, y no sé por dónde caminar.

Dame por favor tu mano y ayúdame a caminar contigo, pegado a ti.

No me sueltes, por favor.

Tus ojos son mis ojos; tus piernas por donde yo transito, y me pierdo siempre muy dentro de ti.

Te responsabilizo desde ya de mi locura: no te puedo dejar de ver y tampoco tengo calma para verte sonreír.

¡Me he vuelto loco!

Tú eres quien me pierde desde una serenidad que ya no existe jamás.

Así estoy este día y muchos antes sin poder respirar en paz.

¿Qué quieres que haga para recuperar mi tranquilidad?

¿Dejar de amarte?

O internarme aún más en mi descenso hacia lo más profundo donde nace mi locura.

¡No sé qué hacer!

Sólo amarte...
Chihuahua, Chih., junio 21, 2011.

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